-Querido pueblo, os he reunido hoy para compartir con vosotros una seria preocupación que embarga mi alma. Desde que se pudrieron los árboles de la fruta, tras el tenebroso invierno del año pasado, nuestro pueblo, los orgullosos Devoradores de Mangos, ha caído en un pozo del que no sé si podremos salir. Casi no hay comida, nuestros niños se están muriendo de hambre, y nadie parece dar con una solución. Hace ya meses que nuestros sabios ancianos nos recomendaron cambiar de vida: si ya no hay árboles de fruta que nos den de comer, deberíamos buscarnos el alimento por otros medios. Hice caso a su recomendación, y puse a nuestros mejores hombres, los más fuertes y habilidosos de la tribu, en dos grupos: unos debían cazar al gran jabalí con el que compartimos los bosques. Los otros, por el contrario, debían trabajar las tierras que hay cerca de nuestro poblado para intentar cultivar especies que nos suministrasen el alimento que necesitamos. Sin embargo, hermanos míos, debo deciros que hemos fracasado. Ya no nos queda ninguna esperanza de poder comernos al gran jabalí. Como nunca hemos cazado, nuestros hombres persiguen a los animales inútilmente. Todos han vuelto al poblado muy deprimidos y llorosos, dándose por vencidos. El otro grupo no ha tenido mejor suerte: tienen las manos llenas de callos y sus lanzas rotas de tanto intentar levantar una tierra que se muestra despiadada. Ha llegado la temporada de lluvias y no han sabido qué hacer para poder sembrar las semillas que habíamos encontrado. Hoy os he reunido para que recéis a nuestros dioses, ya que ninguna otra cosa nos queda por hacer.
– Jefe, con tu permiso, querría contaros algo.
– Habla, Nube Blanca.
– ¿Recuerdas la historia que contaban nuestros abuelos sobre la gran plaga de orugas que ocurrió cuando ellos eran pequeños? Hubo mucho miedo y desesperación, ya que la plaga les dejó sin comida y el hambre estuvo a punto de matarlos a todos. Intentaron vencerla con todos los trucos que sabían: pusieron ofrendas a los dioses, mataron varios cuervos, que, como todos sabemos, son aves de mal agüero, y mil cosas más, sin ningún éxito. Casi se dieron por vencidos, cuando alguien tuvo la idea salvadora.
– ¿Y qué idea fue ésa? ¿Alguna oración desconocida? ¿Un hechizo de algún chamán?
– Una muy simple: preguntaron a quien sabía. Mandaron emisarios a otras tribus, algunas muy lejanas, para hablar con ellos y contarles el problema. Una de aquellas tribus, la de los Hombres Araña, tenían un remedio muy eficaz contra la oruga porque las habían sufrido unos años antes. Sólo era cuestión de hervir unas plantas debajo de los árboles de la fruta, y el humo mataba a aquellos bichos.
– Pero nuestro problema no es de orugas, Cabeza de Nube…
– No, no lo es, gran jefe. Nuestro problema no es tampoco el hambre, sino la ignorancia. Busquemos a quien sepa, y que nos enseñe a cazar y a arar las tierras. Con la caza podremos sobrevivir hasta que las nuevas plantas den sus frutos. Así, aprendiendo, adaptándonos a esta nueva situación con nuevos conocimientos, es como sobreviviremos.
Para tu tranquilidad, lector/a, te puedo decir que, tras mandar varios emisarios a los alrededores, encontraron a la tribu de los Comedores de Gacelas, quienes, en sesiones de media jornada, formaron a un grupo de guerreros en lo que ellos llamaban «Arcos y flechas de Alto Impacto» y también en «Cacerías eficaces». Otra tribu más lejana, los famosos Recolectores de Maíz, impartieron una formación de formadores con la que instruyeron a dos miembros de la tribu de Devoradores de Mangos, para que enseñaran al resto a cultivar las tierras. Hoy han montado entre todos una cooperativa y se están forrando.
Todavía hay mucha gente que no valora la formación. Los que nos dedicamos a ello, observamos pasmados cómo se pasa por alto o se menosprecia, en muchas ocasiones, la necesidad de formar suficientemente a los/las profesionales de las empresas, que luego deben sobrevivir en entornos tan complicados y cambiantes como los de hoy.
¿Ante las crisis?: formación. ¿Empresas poco competitivas?: más formación. Ante profesionales desmotivados, sin recursos, deprimidos y llorosos por la cruda situación con la que se encuentran día a día: formación y más formación. Proporcionarles herramientas para enfrentarse a los problemas y hacer mejor su trabajo. Más conocimientos y menos tonterías.
“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.” Nelson Mandela.
