La comunicación es el elemento fundamental que nos permite a las personas entendernos entre nosotras. Los pensamientos e ideas que construimos en nuestra cabeza encuentran en el lenguaje la manera de poder ser compartidos con los demás.
Aparte de lo que nos aporta individualmente a todos los niveles, la comunicación es igualmente importante en el ámbito profesional y de empresa, ya que, además, a través de nuestro lenguaje verbal y no verbal, proyectamos una imagen determinada de nosotros mismos hacia los demás, sean compañeros/as de trabajo, clientes, proveedores o terceros con los que interactuemos.
En esta interacción debemos tener en cuenta que no todas las personas somos iguales, ni todas estamos incluidas en una determinada mayoría:
- No todas las personas hemos nacido en el mismo país en el que vivimos y, por ello, es posible que tengamos una educación y cultura diferentes.
- No todas pertenecemos al mismo estatus social o tenemos la misma capacidad económica.
- No todas pertenecemos al mismo grupo étnico, ni tenemos la misma edad, ni hemos vivido las mismas experiencias en la infancia, ni todas estamos casadas, ni divorciadas, ni tenemos descendencia, etc.
Los seres humanos contamos con una enorme diversidad, lo que nos proporciona una inmensa riqueza como especie. Para aprovecharla, debemos cuidar nuestro lenguaje y fomentar una comunicación en la que nadie se sienta invisibilizado, menospreciado u ofendido por ser diferente o no formar parte de la mayoría por motivos de edad, sexo, raza, creencias u otras circunstancias, más aún en este nuevo mundo cada vez más globalizado y variado en culturas y formas de pensamiento.
Cada vez cobran mayor importancia dos conceptos con los que debemos familiarizarnos, ya que de ahora en adelante vamos a convivir con ellos de forma continua: la diversidad y la inclusión.
- La diversidad: implica incluir y aceptar talentos, culturas y formas de pensamiento diferentes, fomentando la creatividad a través del aprovechamiento de soluciones y visiones distintas a la hora de ver o hacer las cosas.
- La inclusión: pretende evitar los prejuicios y discriminaciones que pueden existir en un conjunto de personas. Además, se refiere al compromiso del grupo (sea cual sea) de valorar adecuadamente a quienes están en riesgo de ser excluidos.
Al final, estamos hablando de tratar a todas las personas de forma justa e igualitaria, de incluir, de dar a todas ellas las mismas oportunidades.
Por otra parte, en el ámbito de la Igualdad de Género debemos distinguir también dos definiciones:
- Lenguaje sexista: es el uso discriminatorio del lenguaje que se hace hacia otros por el hecho de que sean hombres o mujeres, y que discrimina especialmente a éstas como parte activa de la sociedad, ocultando o menospreciando su presencia y valía en ella.
Siempre que no haya razones objetivas por las cuales sea necesario priorizar a un hombre o a una mujer, debemos ser neutros en nuestro lenguaje. Por ejemplo, publicar una oferta de empleo con las palabras adecuadas tendrá mejores resultados ya que un mayor número de personas se podrán sentir identificadas con el mensaje, sin que nadie se sienta excluido/a por ello. Si únicamente nos referimos a uno de los géneros, las personas que no pertenezcan a éste pueden considerar, incluso de forma inconsciente, que la comunicación no les incumbe.
- Lenguaje inclusivo: es toda expresión verbal o escrita que utiliza preferentemente vocabulario neutro, o bien hace evidente el uso simultáneo del femenino y masculino. También evita generalizaciones del masculino para situaciones y actividades que puedan estar referidas tanto a mujeres como a hombres. Continuando con el género, a partir de la aprobación de la Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres, se han producido importantes avances en el ámbito social y legislativo que han generado cambios cuyo objetivo es conseguir que la igualdad sea real y efectiva, especialmente en el entorno laboral. Pero aún queda mucho por hacer.
Los prejuicios sexistas que el lenguaje transmite hacia las mujeres son el reflejo del rol social que se les ha asignado durante generaciones. A pesar de que el papel de las mujeres en la sociedad ha experimentado enormes avances en las últimas décadas, todavía en numerosas ocasiones se utilizan términos y expresiones que no reflejan en absoluto sus cualidades y talento profesional, entre otras muchas cosas. Lo mismo puede decirse de diferentes colectivos a los que podemos estar menospreciando por razón de su color de piel, origen, creencias, cultura, orientación sexual, etc.
Como resumen, tomar conciencia del lenguaje que utilizamos nos permite comprender que, en muchos casos, nuestras palabras infravaloran, invisibilizan o anulan (no sólo a las mujeres), de forma injusta y perjudicial para el conjunto.
No somos iguales; somos, por suerte diferentes. Pero como dijo el mítico JFK: “Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos al menos a que el mundo sea un lugar apto para ellas”
Si además podemos unirlas para hacer que el conjunto sea imbatible, nos habremos ganado el futuro.
