Actitudes ante el cambio

ACTITUDES ANTE EL CAMBIO

Según Breckler, las actitudes son “enunciados de evaluación, ya sean favorables o desfavorables, con respecto a objetos, a la gente o a los eventos”. Las actitudes forman parte del individuo y son asumidas según las circunstancias y cómo éstas le afectan interiormente. También pueden ser definidas como predisposiciones estables o formas habituales de pensar, sentir y actuar, en consonancia con nuestros valores.  Son, por tanto, consecuencia de nuestras convicciones o creencias más firmes y razonadas de que algo “vale” y da sentido y contenido a los diferentes entornos de la vida.

Las actitudes tienen las siguientes características:

  • Estabilidad, consistencia y perfectibilidad. El primer rasgo distintivo de las actitudes es su perdurabilidad, su resistencia al cambio caprichoso o a la versatilidad. Sin embargo, todas las actitudes son flexibles y admiten cambios y revisiones críticas que hacen posible una dinámica de perfeccionamiento gradual.
  • Su naturaleza es básicamente intelectiva y afectiva, casi en idéntica proporción. Toda actitud constituye una elección, un tomar partido entre una u otra opción, y esto sólo es posible si nuestra mente conoce, juzga y acepta un valor determinado. Al dictamen de la razón sigue la voluntad, estimulada por los procesos afectivos, los deseos y demás motivos que instan al sujeto a pasar a la acción.
  • Los hábitos adquiridos con la educación recibida tienen siempre mucha mayor fuerza que la herencia biológica. Las actitudes se califican más bien como algo adquirido, fruto de la historia de cada sujeto.
  • Determinan en buena medida el comportamiento, ya que son hábitos operativos que conducen a la acción. Son un pronóstico fiable de la conducta de cualquier individuo.
  • Siempre hacen referencia a unos valores en concreto.
  • Las actitudes son moldeables a través de la observación de otros individuos, obteniendo de ellas un comportamiento deseable.
  • Es más fácil modificar la actitud cuando el cambio es pequeño y también es más probable que la gente acepte el cambio si puede experimentarlo.

El individuo puede asumir diferentes tipos de actitudes, pero el cambio será un aprendizaje continuo en la medida que se desarrollen conductas (actitudes) reflexivas y flexibles que permitan comprender el entorno y los cambios que es necesario realizar.

Dentro de un marco de cambio profundo, nos encontramos que la clave para afrontarlo y conseguir dicho aprendizaje continuo es desarrollar actitudes, es decir: motivar en los individuos conductas capaces de comprender eficientemente la complejidad del entorno, y la necesidad del cambio como constante.

¿Por qué son importantes las actitudes en un proceso de cambio profundo?

Actualmente, la velocidad de los cambios tecnológicos, la globalización y los medios de comunicación, permiten que las empresas copien unas de otras, superando muchas veces la calidad y/o idea del producto original.  Ante esta realidad, que cada día ocurre más rápido, las empresas se interrogan sobre la verdadera ventaja que tienen y cuál es el factor que marca la diferencia para lograr el éxito.  La respuesta a este interrogante está en las personas.

Según este enfoque, las organizaciones centran su interés en el desarrollo del individuo y la creación de una cultura que sea una ventaja, adoptando valores y actitudes compartidas que faciliten las comunicaciones, la toma de decisiones y el cumplimiento de las estrategias. Si una empresa desea asumir el reto de un cambio constante, la clave reside en el desarrollo de actitudes, es decir: motivar conductas capaces de comprender eficientemente la complejidad del entorno y, por consiguiente, actuar eficazmente en él, innovando constantemente.

Es importante recordar que los procesos de cambio que afectan a las organizaciones impactan de manera directa sobre sus miembros (ya que son ellos los encargados de ejecutar el cambio), porque los obliga a modificar su forma de relacionarse, sus canales y medios de comunicación, el dominio de sus conocimientos y habilidades y, siempre, sus actitudes.

Para que proceso un de cambio llegue a convertirse en aprendizaje continuo, requiere del “compromiso”, que debe desarrollarse de manera gradual en las diferentes etapas del proceso a través de herramientas como la comunicación, la capacitación y la motivación.

Las actitudes de resistencia siempre estarán presentes (incluso si la organización se encuentra inmersa en una cultura de cambio), ya que es algo humano; lo fundamental es identificar dichas actitudes y crear las habilidades y mecanismos dentro de la organización que permitan transformarlas en actitudes positivas que impulsen una cultura de cambio constante.

Cuando una organización pretende implantar o mantener una cultura de cambio continuo, deben de desarrollar en sus miembros actitudes que permitan el aprendizaje de manera constante.  Según el entorno y las características de la empresa, se reforzarán unas u otras actitudes que generen los comportamientos adecuados, donde la disposición y flexibilidad hacia el cambio sea una premisa.

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